Uno de los hombres esperaba poder comprar un ranchito con algunas vacas y un caballo en su pueblo natal de Nayarit, México.
Otro de ellos planeaba construir una casa en su pueblo de Chiapas, cerca de la frontera con Guatemala.
Dos hermanos trabajaban para enviar dinero a sus esposas e hijos, en el pueblo indígena de San Cristóbal, en el estado mexicano de Michoacán.
Para alcanzar sus sueños, trabajaron en campos agrícolas de Oregon, algunos durante unos meses, otros durante años. El día 18 de mayo, estos hombres acababan de terminar de quitar la maleza en un campo de remolachas, cerca de Albany, y se dirigían en una Ford Econoline por la carretera interestatal 5 hacia otro campo cuando un camión semirremolque se estrelló contra la furgoneta de pasajeros, que se había detenido momentáneamente a un costado de la autopista. Este embistió la furgoneta contra otro camión semirremolque estacionado, y la aplastó entre los dos camiones de 18 ruedas.
Este se caracterizó por ser uno de los accidentes con más víctimas mortales en la historia reciente de Oregon.
Seis trabajadores fallecieron en el lugar del accidente, otro trabajador falleció en el hospital y otros cuatro trabajadores sufrieron heridas. La edad promedio de las víctimas oscilaba entre los 30 y los 60 años. La mayoría de los fallecidos eran hombres. También falleció una mujer, madre de un bebé de 1 año.
La colisión desestabilizó las vidas de familias en Oregon y a miles de millas de distancia, al otro lado de la frontera con México, donde las siete víctimas tienen familias.
Puso bajo la lupa al sistema agrícola de Oregon de 42.000 millones de dólares, que a veces presiona a los trabajadores bajo la sombra, como el precio que deben pagar por alcanzar sueños modestos.
Como consecuencia del accidente, este sistema también creó desafíos tras la muerte, para identificar a las víctimas fallecidas y a los heridos, para reconocer los cuerpos de sus seres queridos y permitirles a las familias la dignidad humana básica de hacer el duelo de los fallecidos.
DOS HERMANOS, UNO SIGUE CON VIDA
Ella recuerda bien el día en que sus dos hijos menores partieron hacia Estados Unidos, el 6 de enero de 2022, porque coincidió con una fiesta en San Cristóbal, un pueblo de unos cientos de habitantes en Michoacán. Antes de eso, habían trabajado en muchos empleos esporádicos en su pueblo, pero no era suficiente para mantener a sus esposas e hijos, dijo la madre, Cata García, desde San Cristóbal.
Así que pidieron dinero prestado a sus familiares para cruzar la frontera con la ayuda de coyotes, contrabandistas que cobran miles de dólares por llevar a los migrantes al Norte. Su destino: Oregon, donde estaba un tercer hermano, el mayor, que vivía y trabajaba allí desde hacía más de dos décadas.
En Oregon, los tres hermanos trabajaron para J Ruiz Farm Labor Contracting, se ocupaban de plantar, jalar la maleza y cosechar en las granjas ubicadas alrededor del valle de Willamette, explicó su madre. Con el tiempo, lograron devolver el dinero prestado y enviaron más dinero a sus esposas e hijos.
El 18 de mayo, dos de ellos, Adan García García, de 40 años, y Josué García García, de 30 años, viajaban por la carretera Interestatal 5 con su grupo de trabajo cuando el baño portátil ubicado en la parte trasera de la furgoneta empezó a traquetear, según informó Cata García.
La furgoneta se detuvo en el arcén de la autopista y Adan García García salió del vehículo para ajustar el baño portátil. En ese momento, vió el camión semirremolque que estaba por embestir contra la furgoneta y comenzó a correr para evitar ser atropellado, según le relató más tarde a su madre. Fue testigo de cómo el camión atropelló la furgoneta, donde estaban su hermano y los otros nueve trabajadores, empujándola contra otro camión semirremolque que también se había detenido en el arcén. Josué García García, el menor de los hermanos, murió en el lugar del accidente. El hermano mayor, Adan García García, no tuvo heridas físicas.
Pero la muerte de Josué García García ha dejado a sus dos hermanos supervivientes en Oregon emocionalmente traumatizados; y sus padres, sus cuatro hermanas, su esposa y sus hijos quedan desamparados en San Cristóbal, dijo su madre. Josué era el principal sostén de familia para su esposa y sus tres hijos, de 3, 6 y 8 años de edad.
“Su hijo de 3 años no para de repetir que su papá se fue a las montañas, pero que ya regresará por la noche”, aseguró Cata García.
La madre dijo que era un hombre religioso y que participaba en las peregrinaciones a la basílica de la Virgen de Guadalupe, en Ciudad de México. Cata García sostuvo que su hijo nunca tuvo problemas con nadie. “Era muy tranquilo”, agregó. “No importaba lo que le pasara, él nunca se quejaba”.
Se fue a Oregon con la esperanza de ganar suficiente dinero para construir una pequeña casa para su familia, para reemplazar la vivienda actual que tiene un techo improvisado de lamina. También quería pagar clases en una escuela de belleza para su esposa.
Ahora, la familia está a la espera de saber cuándo enviarán el cuerpo a casa.
“Se fue para poder darle una vida mejor a su esposa y a sus hijos y mira lo que le ha pasado”, dijo Cata García. “Si hubiera sabido que esto ocurriría, no lo habría dejado ir”.
CÓMO IDENTIFICAR A LAS VÍCTIMAS
Al igual que estos dos hermanos, los demás trabajadores que fallecieron o resultaron heridos también eran empleados de J Ruiz Farm Labor Contracting, operada por Jerry Ruiz, de Salem. Ruiz no ha respondido a ninguna de las varias solicitudes de comentarios sobre el accidente.
Alrededor de 100.000 trabajadores agrícolas cultivan, recolectan y envasan alimentos en Oregon, según un informe reciente patrocinado por el departamento de Vivienda y Servicios Comunitarios de Oregon. La mayoría gana salarios muy bajos. Un tercio de los grupos familiares de trabajadores agrícolas en Oregon y Washington viven en la pobreza, en comparación con un 14 % de la población estadounidense en general.
En las últimas décadas, los agricultores han confiado cada vez más en contratistas de mano de obra agrícola, como Ruiz, para reclutar trabajadores agrícolas temporales. A menudo, los contratistas también proveen transporte, alojamiento y comidas, al igual que servicios para cambiar cheques para los trabajadores, gastos que los trabajadores suelen tener que cubrir con sus propios salarios.
J Ruiz Farm Labor Contracting contrata entre 100 y 300 trabajadores a la vez, según la temporada y la cosecha, dijo la gerente administrativa Anmarie Ruiz. Recluta trabajadores en México y contrata localmente.
El contratista laboral tiene un seguro de indemnización para trabajadores, según muestran los expedientes estatales. Todas las víctimas que resultaron heridas como también los familiares de los trabajadores fallecidos tienen derecho a presentar la solicitud de indemnización para trabajadores y los beneficios de supervivencia, independientemente de su estatus legal o lugar de residencia, dijo Mark Peterson, vocero del Departamento de Servicios para Consumidores y Negocios de Oregon.
Varios de los trabajadores fallecidos o heridos eran trabajadores migrantes, que viajaban de ida y vuelta entre México, Oregon y otros estados. Vivían en habitaciones compartidas estrechas en las viviendas para trabajadores agrícolas en Gervais, propiedad de un agricultor local que contrata a Ruiz. Otros, que se habían establecido en Oregon, vivían con familiares en Salem, Gervais y Woodburn.
Un comunicado de prensa inicial de la Policía Estatal de Oregon y documentos judiciales identificaron erróneamente, al menos, a cuatro de las víctimas.
Según Capt. Kyle Kennedy, vocero de la Policía Estatal de Oregon, varios trabajadores llevaban documentos que no reflejaban su identidad real o no llevaban ningún tipo de identificación. Esto, sumado a la gravedad de la colisión, dificultó la identificación de las víctimas, explicó Kennedy.
El Consulado de México tardó más de una semana en completar la lista definitiva de nombres de los fallecidos y heridos, y en localizar a sus familias.
La confusión provocó, al menos, una confusión traumática.
Thelma Solís, de Hermosillo, Sonora, tomó conocimiento del accidente a través de las redes sociales, donde aparecía su hermano, José Eduardo Solís Flores, entre uno de los fallecidos. La familia pasó un día de luto, luego llamó al Consulado de México para averiguar cómo trasladar el cuerpo a su casa.
En cambio, se enteró de que su hermano estaba hospitalizado y con vida, en condición estable.
Dos días después, los familiares lograron hablar con él por teléfono.
“Nos quedamos desolados con la noticia de que había muerto. Luego, nos alegramos muchísimo de saber que estuviera vivo”, comentó Solís. “Pero también nos pusimos en el lugar de la otra familia, que también había recibido información errónea”.
Solís dijo que no está claro si su hermano, que había pasado poco menos de un año en Oregon, regresará inmediatamente a Sonora, donde viven su padre, otro hermano y un hijo de 19 años. Había estado trabajando en Estados Unidos para terminar de pagar una casa en Sonora y para abrir un negocio pequeño allí.
La familia ha solicitado un permiso humanitario para venir a visitarlo a Oregon, pero el consulado les ha informado que deberán esperar, al menos, una semana.
Por otro lado, estaba la confusión con Eduardo López, un sinaloense de 31 años, quien también residía en las viviendas para trabajadores agrícolas de Gervais. A sus compañeros de vivienda y de trabajo les dijeron que estaba herido y que ya no estaba en el hospital. No obstante, López —que en Oregon lo conocían como Raúl Duarte— había fallecido. En México, tenía una esposa y dos niños pequeños, de 2 y 10 años. Su esposa también sigue a la espera de una visa para venir a Oregon.
“QUERÍA VIVIR UN POCO MEJOR”
Alejandro Jiménez Hernández es de Bochil, proviene de un pueblo de unos 14.000 habitantes en Chiapas, el estado más pobre de México. Terminó la preparatoria y trabajó en empleos esporádicos por salarios muy bajos, pero no tenía perspectivas laborales y necesitaba mantener a su hija bebé recién nacida, dijo su hermano, Lázaro Jiménez Fernández.
Juntos, ambos hermanos partieron hacia el norte, hacia Tijuana. Durante 10 años, compartieron habitación y trabajaron largas jornadas por salarios bajos y sin beneficios en las maquiladoras, las fábricas de propiedad extranjera que se esparcen a lo largo de la frontera entre Estados Unidos y México. Alejandro era un compañero constante, un hombre tranquilo y callado, dijo Lázaro Jiménez Fernández, hablando desde Tijuana.
Aunque el salario estaba mejor pagado que en Chiapas, el tiempo pasaba con poco para mostrar. Por eso, hace unos años, Alejandro decidió cruzar a Estados Unidos, dijo su hermano. Trabajó en varios estados, yendo y viniendo entre Estados Unidos y México.
“Quería construir una casita en Chiapas”, comentó su hermano. “Quería vivir un poco mejor”.
En Oregon, donde trabajaba desde enero, Alejandro era conocido como Germán Pérez-Pérez. Compartió una vivienda en Gervais con una docena de trabajadores más.
El fin de semana posterior al accidente, un representante del contratista de trabajadores agrícolas de Alejandro se presentó a la puerta de Lázaro y le dijo que su hermano, de 36 años, había fallecido en el accidente.
“No me lo esperaba. He visto accidentes en la televisión, pero nunca imaginé que esto le pasaría a alguien de mi familia”, dijo su hermano, con la voz quebrada.
Lázaro Jiménez Fernández, sus hermanas y hermanos, los padres y la hija de Alejandro en Chiapas llevan varios días esperando saber cuándo podrán trasladar su cuerpo a casa para enterrarlo, al lugar donde nació.
Aunque la familia ha tenido noticias del consulado, aún no saben cuándo les llegará el cuerpo. “Hemos estado esperando y esperando que nos llamen”, dijo Lázaro Jiménez Fernández.
HOMBRE ATENTO Y AFECTUOSO
Juan Carlos Leyva Carrillo también planeaba regresar a su país natal. Hace apenas dos semanas, este hombre de 38 años estaba viendo la televisión con su pareja cuando apareció un caballo galopando en la pantalla.
“Mira, este es mi sueño, me dijo él”, recordaba María Alida, que compartió su casa con Leyva Carrillo durante cuatro años. “Me dijo, ‘Yo voy en el caballo y tú conduces el tráiler de caballos’”.
Leyva Carrillo, quien llegó a Woodburn en 2019 procedente del estado mexicano de Nayarit, soñaba con comprar un ranchito algún día, con algunas vacas y un caballo. Es una de las razones por las que trabajó tanto para ahorrar dinero. También enviaba dinero semanalmente a sus cuatro hijos en México.
“Era un trabajador increíble, muy responsable. Cualquiera que fuera la tarea que le pidieran hacer, él la cumpliría”, dijo Alida.
También era un gran ser humano, aseguró. “Era un hombre muy atento y afectuoso, dedicado a su familia. Siempre me apoyó emocionalmente”, agregó.
Eligió Woodburn porque es donde vivían sus tías.
La semana pasada, cuando Alida ingresó en el hospital por un problema dental, él la visitó y le preparó todas las comidas antes de irse a trabajar por la mañana.
“Ha sido tan difícil”, dijo Alida, llorando. “Siempre íbamos juntos a todas partes… a hacer diligencias juntos, a hacer las comprar juntos, a la lavandería juntos”. Ella contó que la mañana del accidente, él le pidió que tenga la ropa para lavar lista, para que pudieran ir a lavarla después del trabajo.
“Todavía no he podido ir. La ropa está ahí apilada; no tengo fuerzas para ir sola a la lavandería”, dijo Alida.
Alida comentó que llevará las cenizas de Leyva Carrillo a su pueblo natal en México para que pueda ser enterrado allí, junto a su abuela quien lo crio, tal como él le había pedido, en caso de su fallecimiento.
El domingo, la familia de Leyva Carrillo y los familiares y amigos de otras víctimas guardaron luto en un funeral privado en la iglesia de Morning Star, de Salem. Unas 200 personas asistieron, según el capellán de la ciudad de Salem, George Escalante, quien ha estado ofreciendo apoyo espiritual a las familias de las víctimas, como también a los cuatro trabajadores heridos. Hubo una banda de mariachis que cantó en memoria de las víctimas.
El servicio incluyó la lectura de declaraciones de Jerry Ruiz, el contratista de trabajadores agrícolas.
“Jamás olvidaremos a estos trabajadores agrícolas, mis empleados, de ninguna manera”, aseguró Ruiz. “Los trabajadores migrantes son mucho más que el trabajo que realizan”, añadió. “Son seres muy queridos por muchas personas en la comunidad. Son amigos, padres, hermanos y compañeros”.
Asimismo agregó: “Espero sinceramente que surja la gratitud, la bondad y el respeto tras esta tragedia tan terrible… Gratitud a las personas que trabajan en los campos, que alimentan a tantos. Bondad hacia estas personas que atraviesan la vida aprendiendo un idioma nuevo. Y respeto por los sueños que impulsan y motivan su trabajo”.
El martes por la mañana, Lincoln Clayton Smith, el conductor de 52 años del camión semirremolque que presuntamente provocó el accidente, compareció brevemente ante la corte para que el juez pudiera establecer una reunión para el 6 de junio.
Alrededor de una docena de familiares de las víctimas fueron testigos desde los bancos, algunos con lágrimas en los ojos. Se abrazaron después de salir de la sala de la corte.
Pineros y Campesinos Unidos del Noroeste, una fundación afiliada al sindicato de trabajadores agrícolas, sigue recaudando dinero para las víctimas a través de su fondo de emergencia y la Oficina Agrícola de Oregon ha creado una recaudación de fondos adicional a través de GoFundMe.
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